Lecciones de la Legendaria Ciudad de Tenochtitlán
Entre las notables innovaciones tecnológicas que moldearon el perfil de Tenochtitlán, destacan las majestuosas calzadas, los inteligentes sistemas de acueductos y diques, y las increíblemente productivas chinampas u huertos flotantes. Concebidas y ejecutadas con precisión y sabiduría, estas maravillas arquitectónicas no sólo transformaron el aspecto de la urbe, sino también la vida cotidiana de sus habitantes, sentando las bases para un mundo próspero y autosuficiente.
Las calles empedradas y levantadas conocidas como calzadas surcaban la ciudad, sirviendo simultáneamente como vías de tránsito y conductos de drenaje. Gracias a ellas, los tenochcas podían trasladarse fluidamente de un lugar a otro, mientras el exceso de agua lluvia o proveniente de las actividades domésticas fluía hacia el Lago de Texcoco, preservando así la integridad de los edificios y previniendo inundaciones devastadoras. Asimismo, estas calzadas fungían como puentes naturales que vinculaban islas artificiales, zonas lacustres y áreas urbanas, consolidando una red de comunicación y comercio robusta y eficiente.
Para satisfacer las demandas hídricas de tan monumental metrópolis, los aztecas diseñaron sofisticados acueductos y diques que capturaban y distribuían agua desde lejanas montañas y manantiales. Uno de los ejemplos más renombrados es el Acueducto de Chapultepec, el cual llevaba agua fresca y cristalina a los palacios reales y templos religiosos, demostrando el dominio de los antiguos mexicanos en materia de ingeniería hidráulica. Por otra parte, los diques regulaban el nivel fluctuante del Lago de Texcoco, salvaguardando a la ciudad de eventuales anegamientos y protegiendo sus tierras fértiles de ser devoradas por las aguas.
Otro logro tecnológico notable son las chinampas, verdaderas joyas de la agricultura intensiva. Consistían en parcelas rectangulares construidas sobre esteras de juncos entrelazados y rellenas con sedimentos y materia orgánica. Estas pequeñas extensiones de tierra emergente se erguían hábilmente en el seno del lago, aprovechando plenamente las bondades del suelo nutriente y del clima favorable de la región. Como resultado, las chinampas otorgaron rendimientos abundantes y continuos de maíz, frutas, verduras y flores, asegurando el sustento de la bulliciosa población de Tenochtitlán.
Estos triunfos tecnológicos no hubiesen sido posibles sin la existencia de estructuras sociales firmemente arraigadas en los valores de reciprocidad, cooperación y solidaridad. Dichas normas éticas y culturales encontraban expresión concreta en dos instituciones centrales: los calpullis y el tequio. Los calpullis representaban divisiones territoriales y sociopolíticas de la ciudad, donde familias extensas residían, laboraban y se congregaban en torno a rituales y festividades comunes. Mientras tanto, el tequio implicaba el compromiso individual de participar en labores de beneficio colectivo, tales como la construcción y conservación de obras públicas, incluida la mencionada infraestructura hidráulica y vial.
Gracias a la dinámica sinérgica de las innovaciones tecnológicas y las estructuras sociales, Tenochtitlán prosperó y floreció, exhibiendo un fascinante crisol de tradiciones, costumbres y conocimientos ancestrales adaptados a las exigencias de una moderna civilización urbana.